sábado, 28 de febrero de 2015

escuela de super heroes

En un rincón de la galaxia existe un planeta muy parecido a la Tierra que está habitado por superhéroes. Todos y cada uno de los seres que allí viven tienen alguna capacidad extraordinaria que se manifiesta desde el mismo momento del nacimiento; bueno, no todos. El Hombre Invisible y la Mujer Incógnita trajeron al mundo a un bebé absolutamente normal, lo que supuso un gran problema, hasta el punto de que ni siquiera sabían qué nombre ponerle, ya que allí cada uno recibe el nombre del poder que ha desarrollado. Al final, convinieron en que el niño se llamaría Piedra Sencilla, pues era sencillo como una piedra. Piedra Sencilla fue creciendo, y la esperanza de sus padres en que algún día desarrollaría algún poder se fue desvaneciendo. Todo su entorno asumió su peculiaridad, pero tampoco hicieron nada por integrarle. Así, Piedra se convirtió en un niño solitario que adoraba los paseos por el mar, al atardecer. Durante uno de esos paseos por la playa, Piedra Sencilla se sentó un momento 1INTRODUCCIÓN Escuela de superhéroes Gabriel García de Oro Ilustraciones de Javier Olivares 2ARGUMENTOESCUELA DE SUPERHÉROES 3 para descansar. De pronto, observó cómo las olas llegaban rotas a la orilla, algo muy extraño, pues es en la orilla donde deben romper la olas. Aguzó su vista hasta que oteó un pequeño puntito en el horizonte, el causante de que las olas llegasen rotas, pero no conseguía adivinar de qué se trataba. En ese instante sonó la alarma en el planeta. ¡Es un gigante! ¡Ataquemos! Se oía gritar por todas partes. Y entonces, el gigante dio media vuelta y se fue. En muy poco tiempo se organizó una Asamblea General para decidir qué hacer ante tal situación. El Doctor Pantagloss, que era el jefazo de aquel planeta, instó a todos a participar en el ataque. Pero Piedra, como siempre, era la excepción, pues al carecer de superpoder no podía colaborar con sus vecinos. Aquella noche, Piedra no pudo dormir pensando en cómo podría ayudar a su pueblo a acabar con el gigante, y tuvo una idea. Se sumergiría en el mar para llegar hasta el gigante y, después, le administraría un somnífero para que, cuando llegasen los demás, le encontrasen dormido y el ataque resultara un éxito. Solo necesitaba un bañador y un somnífero. Ba- ñadores tenía en el cajón, y, respecto al somnífero, no tardó mucho en encontrar uno llamado Tumbum gigantum en la colección de flores raras de su padre. Y se zambulló en el mar. Se sentía cansado, las fuerzas le flaqueaban y tenía miedo, hasta que perdió el conocimiento. Cuando despertó, el gigante estaba junto a él, le había salvado la vida y, además, era muy simpático. Mientras desayunaban, el gigante le contó que él era el príncipe de su planeta, pero le sucedía lo mismo que a Piedra, pues era un enano en un país de gigantes; por eso, había huido. De pronto, Piedra recordó el ataque, todos los superhéroes se dirigían hacia allí para matar al gigante, y quiso evitarlo, animándole a que huyera. No sabía qué hacer para ahuyentarle, cuando vino a su memoria el frasco de Tumbum gigantum; pero era demasiado tarde, el gigante se había tomado hasta la última gota del frasquito y no paraba de reír, pues en realidad no era un somnífero, sino un elixir de la risa. Y llegaron los héroes dispuestos a atacar. Entonces, el Gran Rey de Gigantia, el padre de Pequeño Enano, un auténtico gigante, apareció para enfrentarse al batallón de superhéroes. La tensión podía palparse; Piedra Sencilla alzó su voz para detener el enfrentamiento. Sus palabras lograron romper los prejuicios de ambos bandos, el gigante enano hizo las paces con su padre y antes de irse se fundió con Piedra en un gran abrazo. A partir de aquel día, Piedra Sencilla se convirtió en el primer alumno de la Escuela de superhéroes que se acababa de crear, con el fin de que ningún superhéroe volviese a convertirse en supervillano.
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